Varias noticias que han visto la letra impresa en este mes de mayo me han traído a la memoria la «magna obra» por la que el nombre de Piero Manzoni ha pasado a la historia del arte, de la cultura y de la imbecilidad en la que occidente está sumido desde décadas.
Permítanme un recordatorio de las evocaciones. Después aludiré a los hechos de «viva actualidad» que han disparado los recuerdos. Piero Manzoni ha pasado a la historia por una ocurrencia que ha hecho historia: en mayo de 1961 Manzoni enlató 90 porciones de excrementos (supuestamente propios) en recipientes de 30 gramos; las etiquetó y les puso precio: su caquita se vendería al precio de 30 gramos de oro en el mercado del día.
Algunos ejemplares de su OBRA* (respetemos el precio del oro con el uso de las mayúsculas) hoy se encuentra en museos tan acreditados como la TATE Gallery de Londres y el MOMA de Nueva York, el Museu d’Art Contemporani de Barcelona o el centro Georges Pompidou de París. En el año 2007, una de estas artísticas latitas la adquirió un coleccionista, en subasta, en una prestigiosa y carísima casa frecuentada por los grandes interesados en el mercado del arte, por la módica cantidad de 124.000€. Poco importa que, según algunos informantes, algunas latas hayan explotado por la expansión de los gases.
Todo esto pasó hace años, aunque siga siendo, como digo, un fenómeno de mercado cultural actual. Pero han sido dos noticias que recogieron, en distintas páginas y secciones, varios periódicos españoles de tirada nacional. La primera daba cuenta de cómo, exigencia de la Sparmaßnahmen (déjenme nombrar en alemán eso que traducimos por «austeridad»), dos jóvenes españoles son arrojados, expulsados, expelidos, escupidos, excretados de la España hacia la que caminamos con paso firme y a toda velocidad. En la nueva España del eje Berlín-Madrid no caben ni Nuria Martí (firmante –a sus 33 años– de uno de los trabajos más importantes de los últimos años sobre células madre, en la Oregon Health & Science University de Estados Unidos), ni Diego Martínez (nombrado, con 30 años, el mejor físico europeo joven por la Sociedad Europea de Física). La primera fue despedida (eso, expulsada, escupida, excretada) por el sistema del Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF) de Valencia. Al segundo se le ha negado una beca en el Programa Ramón y Cajal para científicos de excelencia. Y no son dos excepciones, yo conozco por lo menos 8 casos equivalentes a los citados.
Ni Nuria Martí, ni Diego Martínez, ni los otros 8 casos que ahora tengo en la memoria, ni los muchos otros de los que no tengo noticia, caben en la España que el eje Berlín-Berlín, con la aquiescencia obediente, servil, rastrera, indigna, infamante, y sumisa (y vergonzante) de Madrid, está «amaneciendo». Sin embargo ni las ubres ni el recto de esta misma España están exhausta. En el mismo diario en el que leo la noticia de Diego Martínez descubro asombrado la gran aportación española a la Bienal de Venecia de este 2013: una ¿obra?* de una artista con la que la ¿cultura? hispana ha llenado el pabellón de España en dicha bienal con seis toneladas de escombros de hormigón, cemento, cristal, madera, tejas, arena y otros materiales. Todo ello como…» homenaje a la construcción».
No deja de ser significativo, además de irónico, que una vez trasladadas al pabellón las seis toneladas de caquita excretada por la construccion (que nos ha hecho «grandes» a los españoles del presente) la previsora España de siempre haya descubierto que, dadas las condiciones peculiares del suelo de Venecia, hubiera que reforzar los soportes del pabellón, una minucia de 400.000 euros.
No entiendo nada. Pero una cosa sí que resulta un acierto en toda esta historia: lo de «poética del escombro». Se trata de un título que, además de resultar una metáfora muy ilustrativa de la realidad de esta España excretada por Berlín, habla muy claramente de una tendencia que se está convirtiendo en el uniforme del pobre verbo de nuestros políticos: la tendencia a edulcorar la realidad mediente la manipulación del lenguaje. La mierda no huele, si es de artista; los escombros no hablan de destrucción, sino de «deconstrucción», si les ponemos la etiqueta de «poética»; los recortes (los económicos y los otros, que afectan a derechos conseguidos con sudor y sangre de siglos) duelen menos –creen ellos– si los llamamos «racionalización del gasto».
España va camino de la escombrera. Pero quizás muchos, cuando ya no les dejen otra salida, tomarán la decisión de abrir el enlatado de Piero Manzoni.
*Significado de «obrar» en el diccionario de la RAE (quinta acepción): 5. intr. Evacuar el vientre, defecar.