Fernando del Val, nacido en Valladolid en 1978, es poeta, escritor y periodista. Ha colaborado con diferentes medios de la prensa diaria escrita –como El Norte de Castilla o El Mundo, en el que fue columnista durante una década— y de publicaciones especializadas en cultura y literatura, como Enclave o Turia. Máster en periodismo radiofónico por la Universidad Complutense de Madrid, ha colaborado con El ojo crítico y La estación azul. Además, desde 2003 escribe el blog Cuaderno de horas (http://cuadernodehoras.blogspot.com.es/), uno de los más recomendables en el panorama de la literatura y la reflexión cultural en español.
Es autor de los libros de ensayo El secreto azul. Viaje por la Castilla de Miguel Delibes (2010) y La ruta del emperador Carlos V (2011), y de la colección de relatos Once cuadernos de bitácora de la ciudad invisible (2012).
La misma vocación viajera que estos títulos dejan traslucir se percibe en su trayectoria poética, iniciada con Amanecer en Damasco (2005), y continuada por la Trilogía de la Ciudad-Mundo que Fernando del Val dedica a Nueva York, que ahora culmina con Regreso al Metropolitan, a la que precedieron Orfeo en Nueva York (2011) y Lenguas de hielo (2012).
El orden de aparición de los títulos, sin embargo, no traza un orden lineal, sino que, como el mismo autor explica, “la trilogía tiene forma de herradura: comienza en el cielo de la luz (Lenguas de hielo), continúa en la tierra de las personas y edificios (Regreso al Metropolitan) y finaliza, otra vez, en el cielo, ahora de los dioses, en busca de redención (Orfeo en Nueva York)”. Acerca de la última pieza, añade: “Regreso al Metropolitan contiene versos urbanos y, de alguna manera, grasientos. En él los seres muestran su perfil más humano y debaten acerca de una realidad que, por más que la ausculten, jamás podrán entender. Es un infierno prosaico, incómodo, relativamente inofensivo. Urge huir”.
Cada uno de los libros que conforman la trilogía mezcla verso y prosa “de manera harto natural, al modo juanramoniano del Diario de un poeta reciéncasado”, en palabras de Fermín Herrero. Así, cada libro tiene una primera parte en verso y una segunda en prosa. Pero en Lenguas de hielo y Orfeo en Nueva York, la prosa en la que se apoya el autor para completar su mirada más aguda sobre la Ciudad-Mundo es claramente poética, extremadamente audaz en sus imágenes, mientras que en Regreso al Metropolitan, el libro más humano, prefiere una prosa más filosófica, cuajada de aforismos, con notas a pie de página, casi ensayística.
La trilogía, como en un juego de cajas chinas, está llena de referencias literarias, cinematográficas, arquitectónicas, pictóricas, musicales… que multiplican exponencialmente la lectura de cada libro individualmente y de todos como conjunto.
El propio autor explica el origen de la obra: “Era mi tercera visita, duraría tres meses. Llevaba en la cabeza una idea de ensayo que incluía varios géneros. Sin embargo, regresé con cerca de mil ochocientos versos; la poesía se había impuesto como expresión necesaria”. Junto con la palabra –quinto elemento, piedra filosofal del Hombre—, la imagen, inevitablemente: a los mil ochocientos versos les acompañó una extensa colección de fotografías tomadas en diversos espacios de la ciudad. Hemos acompañado esta presentación de Regreso al Metropolitan de una selección compuesta por veinticinco imágenes de esta serie: retratos anónimos, perdurables en su fugacidad, instantáneas como gotas de agua y vapor que escapan de la boca anti-incendio y que, por virtud del ojo y el objetivo (tan antónimos), cristalizan, o el inevitable skyline, que mirado por Fernando del Val revela, cuando ya parecía imposible, novedades. Y por supuesto, las escaleras de emergencia en las fachadas, en las que Juan Ramón vio una ciudad permanentemente en guardia contra el fuego y pasto, sin embargo, de las llamas de la fealdad (él, que prefirió siempre quemarse vivo en el fuego de la belleza).
La Trilogía de la Ciudad-Mundo conforma uno de los proyectos más ambiciosos e interesantes de los últimos años, confirmando el juicio de Javier Lostalé sobre Fernando del Val: “es un poeta imprescindible en la generación de principios de siglo”.
José María García Domínguez es el autor de las ilustraciones de las tres portadas, y ha realizado tres series de pinturas, una por cada parte de la trilogía.