REGRESO AL METROPOLITAN
Seguido de Bryant York
(Selección de Carmen Morán Rodríguez)
[De Regreso al Metropolitan]
los números ¿pueden contarlo todo?
¿o hay que contarlos a ellos?
¿todo lo contienen? ¿todo lo nombran?
¿los diccionarios refunden números con apariencia de letra?
¿las cifras valen más que las palabras?
¿un palíndromo tanto como un capicúa?
los números ¿pueden contarlo todo?
la contaminación y la humedad juegan a sogatira
nadie es capaz de apartar el hongo
desde el océano atlántico
con la libertad pisándole los talones a las patrulleras
emerge manhattan cubierta de apocalípsis
hiperrealista
aunque abierta al mundo por tres aeropuertos
se repliega en su grandeza que todo lo contiene
¿está encerrada caída en su propia trampa?
¿qué invento habría pergeñado dédalo para salir?
alas de cera no bastan donde todo es pira
hay cubitos de hielo abrasantes diseminados por las aceras
conocemos el resultado ícaro que dieron
probablemente Ariadna
remolcadora en nueva jersey
le echaría un hilo esperando resultados más favorables que los cosechados junto a teseo
lo salvaría en el último momento
la imagino después del trabajo
tejiendo camisetitas para sus nietos
haciendo punto de cruz
como prometeo mal encadenado
en alguno de los bares en los que tricotar se ha puesto de moda
o en un starbucks eternizando una consumición
***
[De Bryant York]
Dos. Lorca fue un neoyorkino menos. No se permitió la costumbre que anestesia al habitante[5]. Su vara de medir la talló de algún avellano andaluz. Exprimió la Ciudad en un curso. El recién llegado ve lo que no puede el que conoce de memoria los pasos de cebra. La distancia son los mapas en perspectiva, el papel vegetal, el contraluz, el juego de los siete errores. Por otro lado, aunque le defina la ausencia de agenda, al viajero le compele el tiempo limitado, que lo es siempre a imagen del de la vida[6]. Dos ojos prejuiciados ven mejor que cuatro sin prejuiciar. Los meses de Juan Ramón fueron fructíferos. Aprovechó para casarse entre la Tercera y la Cuarta e irse. Cuando uno se queda la mirada se estandariza. Hay maneras de sortear el riesgo, o quiero pensar que las hay, al menos en otros temas, tipo amor, pero el riesgo acecha; contra él hay que vacunarse como los líderes: aunque no haga falta.
[5] A todos salvo a Maeve Brennan. Ella propuso un estatus nuevo, viajera residente, para definirse. Veinticinco años no le bastaron para considerarse auténticamente neoyorkina. La Irlanda natal seguía en su mirada.
[6] «Un turista tiene una semana o dos, y un viajero todo el tiempo, pero no sabe hacia dónde se dirige. Se podría decir que el turista tiene un trabajo y el viajero está en paro y puede ir donde le plazca.» Paul Theroux.