BAZA DE COPAS, DE RAMÓN GARCÍA MATEOS (Castalia/Edhasa, 2012, Premio Tiflos de Cuentos)
El penúltimo libro de Ramón García Mateos se titula Baza de copas (Castalia/Edhasa, 2012) y ha sido recientemente galardonado con el Premio Tiflos de Cuento convocado por la ONCE.
Lo primero que urge destacar, feliz urgencia que no puede esperar por lo insólito en el campo de la prosa, es que se trata de un libro llamado a perdurar. Y esto no es decir poca cosa si pensamos en esa tendencia impuesta por la llamada literatura de entretenimiento que convierte al libro en un producto de consumo fugaz, material fungible que caduca una vez aquél ha cumplido con su cometido estrictamente lúdico. El libro de García Mateos no compartirá espacio en el anaquel de las cáscaras. He leído la obra 3 veces y cada una de las lecturas ha reportado al espíritu el mismo placer estético y esa atmósfera inconfundible que preludia el ingreso en el espacio sagrado de la verdadera literatura, tras cuyo umbral permanecemos ya para siempre.
Uno de los factores que contribuyen a la inmortalidad de Baza de copas es que la obra se alimenta de la propia literatura y bebe de su elixir, que es siempre garante de eternidad. Recoge el libro estampas líricas de algunos de los escritores fetiches de nuestro autor, escritas con un amor delicado, nostálgico, en ocasiones desgarrado; otras veces se reformula el mito clásico, como en el delicioso capítulo de Ariadna o aquel otro donde El maestro y Margarita, de Bulgákov, adquiere bajo la luz lírica de Ramón una tornasolada y mágica irrealidad; hay momentos donde literatura y vida -¿acaso no son lo mismo?-, se confunden para buscar a Plinio en Tomelloso, charlar con la estatua de Cunqueiro en Mondoñedo o con la de Torrente Ballester en el Novelty, aunque esta vez no cuajara el sortilegio de la madrugada; finalmente, hay capítulos donde se reflexiona sobre el propio quehacer creativo.
Otro procedimiento muy inteligente contra lo caduco es la vaguedad de algunas de sus historias, recuerdos propios o heredados. Esta manera de creación parte, no sé si consciente o inconscientemente, del modelo de los romances, tan caros a García Mateos, cuya veta popularista conocemos en parte de su obra poética. Personajes difuminados, historias enteladas, finales inacabados que renacen luego en otro capítulo para perpetuar su incerteza, sitúan al lector en unas coordenadas donde espacio y tiempo se extravían entre la prosa y cuya misma naturaleza casi etérea las convierte en rincones míticos y perennes de la memoria como la melodía de la mazurca del ciego Gaudiencio.
Baza de copas es también la legitimación literaria de los ángeles caídos, personajes sórdidos, sin horizonte, redimidos por la palabra poética, y, a su vez, la condenación de otros, (“ajuste de cuentas”, reza el subtítulo de la obra), porque la literatura salva a los desahuciados pero también castiga inveteradamente a los injustos. Hay mucho en el libro de compromiso social, salpicado a veces de sarcasmo y humor, y otras de sincera e indignada repulsa.
La primera incursión de García Mateos en la prosa, no esconde su oficio poético, del que se hace algún guiño mediante la inserción de varios versos furtivos procedentes de algunos de sus poemas, y se hace evidente en la naturaleza lírica de su escritura. Algunos capítulos son verdaderos poemas en prosa, sobre todo aquellos relacionados con el paso del tiempo y la muerte.
Baza de copas es un libro casi perfecto, redondo. Merece el paladeo descansado del lector sin prisas. Hallaremos al escritor en su obra y al hombre y al amigo en el bar de Miguel. Y hallarlo en ambos lugares será siempre una muy buena noticia.
Fernando Parra Nogueras