La palabra de Galdós vista desde nuestro presente se transforma en profecía, abriendo irremediablemente una pregunta que solo un pueblo hecho rebaño puede ignorar. Sólo en una cosa se equivoca Galdós, en los dos fragmentos que siguen: él pensaba en 1912 que se necesitarían 100 años para salir del callejón sin salida al que los políticos de su tiempo habían llevado a España. Se equivocaba desde luego. Calculó a la baja. Hoy, 102 años después, el panorama que él describe para 1901 o 1912 sigue siendo lamentablemente el nuestro.
Los dos partidos que se han concordado para turnarse pacíficamente en el poder, son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado los mueve; no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza, pobrísima y analfabeta.
Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos… Han de pasar años, tal vez lustros, antes de que este Régimen, atacado de tuberculosis ética, sea sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre mental. Tendremos que esperar como mínimo 100 años más para que en este tiempo, si hay mucha suerte, nazcan personas más sabias y menos chorizos de los que tenemos actualmente. («La Fe Nacional y otros Escritos sobre España», 1912)
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Forman nuestro régimen político las más seductoras abstracciones. Examinados desde fuera, nuestros Códigos y todo el papelorio de leyes y reglamentos para su aplicación parecerán, sin duda, un perfecto organismo que regula la existencia del pueblo más feliz del mundo. Mirado por dentro, se ve que todo es cartón embadurnado al temple… Ya nadie ve una base fundamental de la vida política en el principio de la representación del pueblo, porque el sufragio es un donoso engaño al alcance de los observadores menos perspicaces. Las elecciones se hacen sin interés, con escasa y fría lucha; la emisión del voto no apasiona ni enorgullece a los ciudadanos; estos han podido observar el esmero de los Gobiernos para componer las Cámaras, dando el conveniente número de puestos a las oposiciones y contrapesándolas con abrumadoras mayorías. Resulta que la representación del país está, con unos y otros partidos, en manos de un grupo de profesionales políticos , que ejercen, alternadamente, con secreto pacto y concordia, una solapada tiranía sobre las provincias y regiones. La Justicia y la Administración, sometidas al manejo político y sin medios de proceder con independencia, completan esta oligarquía lamentable… (Benito Pérez, Galdós, «La España de Hoy», 1901).
Mucho se ha escrito sobre la maldición del pueblo judío, pero habrá que empezar a pensar que sobre nosotros, los españoles, pesa otra maldición… milenaria, a la que la que hoy quiero poner letra y música de tango, que (sin comillas, porque las hago mías) dedico a las manadas de hombres que pastan del presupuesto, mientras España camina a un estado de consunción, sin que se acometan ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo, arrumbada en burocracia pura, caciquismo, recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, bien afianzados en un inmovilismos que dura 100 años…. y adelante con los farolitos.
Volver…
con la frente marchita,
las nieves del tiempo platearon mi sien…
Sentir…
que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada,
errante en las sombras,
te busca y te nombra.
Vivir…
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez…
Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida…
Tengo miedo de las noches
que pobladas de recuerdos
encadenan mi soñar…
Pero el viajero que huye
tarde o temprano detiene su andar…
Y aunque el olvido, que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guardo escondida una esperanza humilde
que es toda la fortuna de mi corazón.
Errante en las sombras, España camina hacia ninguna parte (sigo sin entrecomillar) en manos de un grupo de profesionales políticos, que ejercen, alternadamente, con secreto pacto y concordia, una solapada tiranía sobre las provincias y regiones. La Justicia y la Administración, sometidas al manejo político y sin medios de proceder con independencia, completan esta oligarquía lamentable…
1 comment
Juan José Sendín Vinagre says:
Jun 6, 2014
Hubo cinco años (1976-1981)en los que pareció que se iba a romper la maldición y España dejaría de ser por fin una sociedad novelable, esperpéntica y demás. Casi todo el mundo arrimó el hombro, como ocurrió con la Segunda República y antes, quizá, con la Primera. Lo que vaya a ocurrir ahora (Felipe VI o Tercera República S.A.) da igual: los que van a decir lo que va a hacerse no habrán sido votados por nadie.