Una vez más, los amantes de la poesía disfrutaron en el bar ‘Desierto Rojo’
Volvía Carlos Salem a Valladolid el pasado viernes y lo hacía acompañado. En principio, solo de su editor, amigo y compañero poeta Marcus Versus, pero siempre en estas situaciones se presentan sorpresas. La de la noche del pasado viernes fue Sara Gallardo, quien también recompensó a los asistentes con sus versos.
El hielo fue roto por Marcus Versus, quien desde un principio estuvo especialmente efusivo para con Carlos Salem en lo que a cómplices ataques se refiere. Fuera del recital poético, esa fue la tónica dominante de la velada. El poeta madrileño hizo una lectura sentida y apasionada de varios de sus mejores poemas.
Él, como editor del propio Carlos Salem y fundador de la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker, dio paso al gran artista de la noche. El periodista argentino acudió para presentar la reedición de su primer libro de poemas Si Dios me pide un bloody mary. Desde la reciente reformulación de la editorial, este es el primer poemario de Salem que sale a la luz, ya que lo bueno siempre puede ser nuevo otra vez.
Desde sus poemas más conocidos a otros que no son del gusto de la mayoría pero que igualmente agradaron al público, Carlos Salem estuvo entregado a su público tanto en la recitación como en las peticiones del mismo. Entre gracias y ataques a su editor, el argentino regó la noche de algunos versos de genial elocuencia, sonoros y con mucha verdad. Entre otros de cargada sensualidad y sexualidad, se coló aquel que da nombre al libro. En él, en forma de verso, se cuenta un sueño en el que Dios visitaba el bar en el que el propio Salem trabajaba.
Sara Gallardo se coló en medio del aquello vorágine poética para regalar a los asistentes algunos de sus poemas. Con un estilo menos carnal y más figurado que el de sus antecesores sobre la tarima, la berciana arrancó de igual manera los aplausos de un público que debió guardar un silencio más profundo en algunos momentos del recital.
Como colofón, los agradecimientos de todos los partícipes, los poemas de Salem a peticiones expresas y la posterior firma de ejemplares. De nuevo, el ‘Desierto Rojo’ fue un vergel de poesía, una isla de versos en Valladolid que se rodeó de buenos corsarios.