Vidas al límite. Una generación inmolada en el altar de los sangrientos dioses de la guerra, cumpliendo un destino que nadie pidió, muriendo en el exilio, en la cárcel, en la miseria. Una rueda que aplasta el talento desde tiempos de Cervantes, como representante de lo que después derivó en nación española, cuya obra se entendió tarde; la pauta es desprecio y reconocimiento tardío. En el siglo XIX se ensalzaba a los piratas del XVII y se disparaba contra los revolucionarios burgueses, a principios del XX se idealizaba las Tres Gloriosas[1] y se dispara contra los obreros que pedían revolución social, aunque a finales del mismo siglo se hace el panteón socialista revolucionario y se persigue a quien reclamaba los derechos civiles vinculados a la raza o la identidad sexual. Ahora la lucha del biempensante es contra los autodenominados, terribles seres mitológicos que acabarán con la civilización occidental, la ciencia, la cultura y si apuramos el argumento hasta con las judías rehogadas… Es decir, un palabro sin significado que lo mismo se utiliza para las guerras religiosas de Oriente Medio que para los Reality Show televisivos. Tendrán que pasar unos años para que el mismo que hoy nos increpa en público, con su sonrisa que pretende ser cínica, nos diga, con la misma sonrisa que seguirá pretendiendo cínica, que él es un autodenominado, para terminar aclarándonos que todos somos autodenominados (en este punto la sonrisa cínica se ha convertido en una mueca grotesca, aunque el que la pone siga creyéndose que está en la cresta de la ola). En ese momento, desde lo más profundo del tártaro, los condenados, que en su momento pensaron si aquel pobre idiota no tendría otra cosa en la que gastar su tiempo, ya estarán siendo descalificados por la gracieta de moda de otro triunfador de sonrisa imbécil.
Pero lo peor no es ser descalificado, algo que tienes que presuponer en cuanto cruzas el frágil límite de las verdades, es mucho más humillante ser reivindicado. Todo el que no tiene un argumento sólido para defender una teoría se empeña en rescatar a un ilustre olvidado, al que su intelectual de cabecera machacó, y atribuirle toda suerte de descabelladas ideas absolutamente imposibles en su momento histórico. Aquel es de los míos, Fulanito es de los tuyos, Zutanito es de los suyos, mientras los huesos del aludido descansan en cualquier cuneta a la espera de convertirse en trofeo en manos del vencedor de la disputa. Proyectamos frustraciones e imaginamos lecturas donde no hubo más que circunstancias estrambóticas, la feroz mediocridad digiere sin orden todo lo que se pone a su alcance y, después de la indigestión, presenta sus peculiares conclusiones. ¿Pero qué pasa con aquellos que no alcanzaron el nivel de extravagancia necesario para ser reivindicados? Esos autores que no pudieron pagarse la Residencia de Estudiantes y se tuvieron que conformar con La casa de los gatos[2], que vivieron su sexualidad con la discreción del que no se siente observado por esos ojos triangulares que pululan por la siempre cargada atmósfera de los absolutos, ni necesitan confesarse ante dios y ante los hombres. Ciudadanos de rectas costumbres, trabajos regulares y hábitos discretos; ultraístas únicamente en las páginas de la revista Los Quijotes[3]; pesimistas que disfrazan de humor el desencanto de una sociedad que les fue dejando como islas en un mar de confusión.
Hoyos y Vinent y Álvaro Retana son homosexuales, banderas y fanfarrias para ellos, los insultos que recibían por parte de los reaccionarios serán por fin vengados. ¡Todos somos Apios! (En plena excitación siempre se olvida la nota a pie de página que aclara el terrible insulto). En cambio Pedro de Répide[4] era cronista de la Villa y Corte, El ciego de las Vistillas, culto y elegante; el hombre que podía ser secretario de Isabel II y fundar la Asociación de Amigos de la Unión Soviética[5], en ambos cargos lejos del cainismo que se fue imponiendo en España. Nunca fue un secreto sus preferencias sexuales, pero nadie en su sano juicio le dedicó un segundo de su tiempo al tema, al igual que a nadie le importaba los amores del Marqués de Vinent con Pepito Zamora[6] o la ambigüedad con la que siempre jugó Retana. Répide fabuló sobre su figura como lo hacía Alvarito, haciéndose pasar por descendiente de Caterina Cornaro[7] o hijo ilegítimo de María Cristina de Borbón, y jugó al juego de su época, colaborando con la prensa progresista y conservadora según sus necesidades económicas dictaban.
[1] Las revoluciones liberales que en comienzan en Julio de 1830, que en Francia llevan al trono a Luis Felipe, y se van extendiendo por Europa, toman el nombre genérico de las Trois Glorieuses jornadas revolucionarias de París.
[2] Nombre popular de la institución Centro de Hijos de Madrid, dedicado a la educación de los hijos de funcionarios, militares y gente necesitada. Tenían varias sedes, incluido el Teatro del Centro, posteriormente llamado Calderón, la dirección administrativa de la sociedad era C/Arlaban 7, entresuelo.
[3] Revista publicada entre 1915 y 1918 dirigida por Emilio G. Linera. En sus páginas se dio cabida a los poetas ultraístas.
[4] Pedro de Répide Gallegos (1882-1948), escritor y periodista, marcado por el modernismo, se exilia al empezar la guerra, incapaz de sumarse a la brutalidad del momento, siempre desde una postura progresista, aunque en el año 1946 mueve viejas amistades para poder regresar a España a morir.
[5] Fundada el 11 de febrero de 1933, como reacción intelectual a los desmedidos ataques de la derecha.
[6] José Zamora (1899-1971), Ilustrador y figurinista. Fue el más joven del grupo de bohemios chic que animaron la noche madrileña en los años veinte, dibujante art déco y ocasional novelista de literatura sicalíptica.
[7] Caterina Cornaro (1454-1510), noble veneciana que fue reina de Chipre a finales de siglo XV.