De una vez no se pierde todo, señor. La honra y la vergüenza[1]
La literatura no es más que un reflejo de la realidad, una imagen de una humanidad que ha tenido avances constantes y, en unos pocos miles de años, ha pasado de tallar sílex en la boca de una cueva a poder volar; una evolución que en los últimos doscientos años ha alcanzado unas cotas insospechadas. Técnicamente hemos llegado a la energía nuclear, replanteándonos los límites de la física, aceptando teorías como la relatividad, que no se podían verificar; pero en el terreno social no hemos sido capaces de romper con el pasado, seguimos atrapados en unos absolutos que nos conducen sistemáticamente a la amargura. Por estética, tras la Gran Guerra, los dueños de la verdad dejan entrar a las mujeres en el mundo académico y cultural; lo hacen de mala gana, atrapados por su torpeza; siempre prefiriendo un Víctor Catalá[2] antes que cualquier Nelken. El peso de la tradición, si por culpa del código y de los prejuicios no se tuvieran habituados los hombres a considerar a la mujer como un ser inferior, como una propiedad[3]. Todos los seres humanos obligados por la misma norma y protegidos por los mismos derechos, una vieja reivindicación, cuando lo moderno, lo progresista, es reivindicar a ese bibelot llamado mujer.
Un proceso que ha comenzado y, por el momento, queda diluido en la seudofilosofía del desencanto; nos falta la demopedia. La democracia es un posicionamiento ético que parte de una acumulación de datos, su procesamiento y, lo que nunca se ha entendido por estas tierras, un compromiso individual con aquellas ideas libremente elegidas. Un proceso estéril si no somos capaces de salir del dogma, de la estética impuesta por preclaras mentes que reducen la filosofía a símbolos y las acciones a rituales. Lo impuesto es siempre postizo[4], como ya nos advertía Margarita Nelken[5] en sus intervenciones políticas, pero cómodo; dadme una consigna, un adefesio que colgarme en la solapa y saldré con el resto de la horda a gritar sin sentido… Siempre presto a esconderme en el primer agujero en cuanto haya problemas, aunque en público jure que mi ilusión es morir por mi fe, como Cristo. El estúpido idealismo occidental, siempre dispuestos a la inmolación… Pero mientras llega ese bello momento nos dedicamos a toda suerte de aberraciones, ya nos serán perdonadas, siempre y cuando no vayamos contra la verdad.
Literatura de mujeres ¿Qué mujer? ¿Qué nexo de unión hay entre Colombine[6] y Concha Espina[7]?… ¡Qué las dos meaban agachadas en vez de en pie! No existe literatura de mujeres, al igual que no existe literatura de hombres. Partamos de un principio filosófico totalitario; todos somos iguales porque en realidad somos el reflejo de un ser superior que nos ha creado. No merecería la pena hacer nada, ya que únicamente llegaríamos a ser un pálido reflejo de una verdad que además no podemos conocer. La creación, en cualquiera de sus expresiones, debe ser lo opuesto; todos somos diferentes, cada uno tenemos unas capacidades y al compartirlas construimos la sociedad. La ciudad de Dios, la Nación, El paraíso (ya sea metafísico o socialista), únicamente se puede construir con renuncias, limitando, poniendo barreras en vez de romperlas. Marga Gil[8] es la perfecta intelectual romántica, prefiere pegarse un tiro en la sien antes de saltar al otro lado del muro, de llegar a la incertidumbre que hay más allá de las convenciones sociales. ¡Qué romántica su historia! Nada que ver con Margarita Nelken encabezando huelgas, enfrentándose a sus contemporáneos como una igual, escribiendo para que los obreros reflexionasen.
Mujeres de la república. A través de esta pequeña colección de anécdotas históricas han aparecido una serie de escritoras que estaban ahí por su obra, no por su sexo, por su calidad humana y literaria, no porque tuviesen ovarios en lugar de testículos. Hay que romper el reduccionismo dogmático que encierra al autor en un género, dentro ese género se le divide por sexo, por preferencias sexuales, si escriben en una lengua minorizada, si… Hasta conseguir que nadie se entere del conjunto, la historia, la filosofía, la literatura, entre todos se forma el symploke que nos permite entender una época. Víctor Catalá escribía con seudónimo, en catalán y vivió recluida en su masía de L’escala ignorada por propios y extraños. Su naturalismo la aleja de las vanguardias, el idioma de las listas oficiales, su manera de protegerse tras un seudónimo del feminismo… hasta que cae presa de reivindicaciones que nada tienen que ver con su literatura ¿Qué fue Caterina Albert? Los mediocres se harán con sus despojos, y la reducirán a catalán, mujer, o cualquier otra sandez que les evite leer sus obras y contextualizarlas. Una más entre tantos autores de la época que llegan por la puerta falsa a las páginas literarias.
[1] El ladrón, Sofía Casanova, Obra breve recopilada en el Volumen X de la Biblioteca de Autores Gallegos, Librería de los sucesores de Hernando, Madrid 1911
[2] Caterina Albert (1896-1966), escritora de formación autodidacta que siempre protegió su identidad bajo el seudónimo de Víctor Catalá. La crudeza de algunas de sus novelas fue duramente criticada al no ser temas que debiesen tocar las mujeres.
[3] La sociedad Futura, Jean Grave, F. Sempere y Cia editores, circa 1890, Pág. 150
[4] La mujer ante las Cortes Constituyentes, Ed. Castro, Madrid, 1931
[5] Margarita Nelken Mansberger (1894-1968) Escritora y política española, de origen judío, que participó en todos los hitos sociales de su tiempo, ya sea desde el parlamento, fue la única mujer elegida en todas las legislaturas de la república, o desde la lucha callejera. Muere en el exilio en México.
[6] Carmen de Burgos y Seguí (1867-1932) La primera mujer que ejerció el periodismo de manera profesional en España. Construye una obra sólida y coherente que ha sido recompensada con el olvido y un cierto desprecio machista por su relación con Gómez de la Serna.
[7] María de la Concepción Jesusa Basilisa Rodríguez-Espina y García-Tagle (1869-1955) Escritora marcada por su origen aristocrático. Tuvo un posicionamiento vanguardista e ilustrado, recreando en los salones de la alta burguesía lo que los bohemios hacían en las tabernas. Republicana de derechas termina apoyando el golpe de Estado de los militares africanistas, renunciando a la elegancia en favor de una banda de gañanes zafios y brutales que traicionaron las mejores tradiciones del ejército.
[8] Marga Gil Roësset (1908-1932) Precoz artista, autodidacta que con quince años fue presentada a Victorio Macho para que encaminara su talento hacia la expresión artística. Se suicida con 24 años como supremo sacrificio hacia su amor, Juan Ramón Jiménez, que este, obviamente, ignoró.