Carmen Montero, escritora vallisoletana y alumna de Yolanda Izard, publica en nuestra revista digital el siguiente relato:

 

Espigas y nubes

 

Hágase. Lo digo y lo haces. Haces lo que te digo y también lo que crees que voy a decir.
Me aburre que me imagines sin mirarme, que te adelantes a mi deseo.
No sé por qué obedeces, qué es lo que te impone de mí. Lo he pensado y me lo replanteo a menudo: la voz, mi palabra. A ti que siempre callas te debe imponer mi brazo extendido como el de Dios al crear al hombre en la capilla Sixtina.
Tú dices que te cuesta ver y que solo distingues formas diluidas…que tienes cataratas, dices; decrepitud es.
Yo digo tierra y las nubes riegan las espigas que sembraste.
Preparas como un ceremonial los calamares que hace años me gustaron y ahora aborrezco. Miras lejos al escuchar la radio, pero en la cocina siempre están las cortinas echadas… Discreción para que no te vean o para que yo no mire. Los visillos transparentan y pese a ti, se ve lo creado, la felicidad que siempre está en otra parte, que corre por las calles libre como la luz.
Te has puesto un uniforme para ser como yo, envidiosa de mi poder, y no sabes que a ti esa vestimenta te ata con cadenas imaginarias. Te llamas cocinera o enfermera y trabajas para mí, como siempre, más y más derecha sin alcanzarme.
Un paso más y te rompes.
Deja de mirarme y vete, abre la ventana: si has sembrado vuelve a cosechar las espigas.
No te asustes por el tamaño, son solo plantas y yo un enano.